Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "Ferrari vs. la semantis religiosa o “la aprehensión pura del deseo del Otro como tal" Por Osvaldo Gómez Lez


Pre-textos

Hacia las VIII  Jornadas Anuales de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones

ANGUSTIA SIGLO XXI
-CUANDO EL TRAUMA AGUJEREA EL IDEAL-

Viernes 18 y Sábado 19 de Octubre
Museo“Juan Yaparí” (Sarmiento Nº 319 Posadas, Misiones)


Ferrari vs. la semantis religiosa o “la aprehensión pura del deseo del Otro como tal

Por Osvaldo Gómez Lez



Intentaré aproximarme a este número 14 de Conceptual desde la lectura del artículo de Gabriela Rodríguez La Herejía de León Ferrari del apartado Conexiones. Este notable artista plástico argentino recientemente fallecido muestra en su obra de qué modo el artista se enfrenta al gran Otro con todas sus antinomias y su descaro voraz. Señalaré lo que puede tener de creativo el desenlace de un enfrentamiento con lo angustioso que no se disuelve en la obra, sino que lo lleva al límite. Así lo describe su biógrafa Andrea Giunta, en una tensión paralizante de donde emerge el genio del artista y su derroche de excitada subversión: “Existe un borde, una frontera sutil por la que el artista navega. En ésta no sólo están implícitas las alternativas entre la ética o la estética, sino también una tercera zona, habitada por pliegues y camuflajes, que hace innecesaria la opción. Un dispositivo semioculto, situado entre la seducción y la polémica, expresión de la poderosa tensión entre la belleza y la perturbación”. (1)

El arte del Ferrari en los años ’60 propone un modo de exorcizar la desnudez de la letra de toda conexión semántica por aquel intento de mostrárnoslo en su cruda belleza, en la pura rivalidad narcisista del yo al otro, en este caso, de la letra como Arte, frente al Otro de la Religión, allí donde la omnipotencia desconocida de ese Otro intimidante puede asumir la forma de la Mantis Religiosa: la madre devoradora de afiladas fauces, cara a la imaginación de Lacan y de los surrealistas. A esa angustia Lacan la llama “la opresión indecible”. (2) 
De regreso a Buenos Aires desde el exilio político, desde el Conceptualismo enfrenta el verticalismo de un Cristianismo feroz e intolerante. A la semantis religiosa que a todo le da sentido, como dice Lacan respecto a la Iglesia Católica (3), antepone la escritura asemántica. Semantis y asemantis en una esgrima por el dominio del corte, de la alusión, del happening, de la sorda discusión representativa de un arte miliar llamado a pulverizar los mecanismos del autoritarismo, allí donde, como cabeza de Hidra aparezca: militarismo, misoginia, publicidad, crímenes políticos, moralina, falso pudor sexual.

Esta resolución se manifiesto en 2004, en el desparpajo alegre y vital frente al escándalo de la censura religiosa in crescendo a la libre expresión de su arte (4), así como su defensa de la obra Savon de corps de la artista Nicola Constantino, calificada injustamente de “antisemítica”, por alusiones trasnochadas al Holocausto, sin fundamento alguno. En alusión a los crímenes de la religión y al verdadero antisemitismo en el arte, Ferrari comentaba: “Estamos volviendo a la Edad Media […] Bertrand Russel tenía razón cuando dijo que la religión es una fuerza del mal”.(5)Esa figura sin objeto que es la angustia obsesiona al artista que no tiene otro modo de responder al deseo del Otro sino disociando, desacralizando, descontextualizando la imagen sustituyéndola por la nuda letra o el anuda-miento (grafemas en cadena y mentís del autor) concatenada de la escritura. Desliz que por efecto de la angustia producida por la religión como mal inasible puede ser llamado herejía. Se trata de una postura ética y política que emana del agon con la angustia de ese "Che vuoi?": "¿qué quieres?". … "¿qué me quiere?" del Grafo del Deseo que opera desde el Otro la castración. (6)

Ticio Escobar, curador y crítico de arte paraguayo, en un reciente artículo de homenaje, pondera así la operación Ferrari en la encrucijada Arte-Religión: “Se sabe que, fuertemente pertrechada en torno a una posición política, la obra de Ferrari se constituye en un documento constante de denuncia contra la injusticia, el autoritarismo y la discriminación. Aunque ocurran paralelamente a la escena de su obra más directamente involucrada en esa denuncia, las escrituras imposibles de Ferrari se encuentran cargadas por la misma energía que mueve su indignado alegato en contra de toda forma de abuso y represión. Por más directas que sean las imágenes que lo expresen, esa radical postura suya de rechazo nunca debe ser leída en forma literal: siempre resta un remanente reacio al símbolo; lo que excede en su demasía el poder de toda forma. Y siempre queda, por eso, abierto un trecho de falta: el lugar desde donde opera la diferencia.” (7)

Lo angustiante de ser un enigma para el deseo del otro acorrala, acecha, himnotiza, embeleza. Pero al mismo tiempo, se resuelve decorosamente por la salida al arte: en ese desdibujado escape se escabulle toda la tensión del genio que no cesa sino con la muerte. Aclaro que la angustia no es la fuente única del genio. Es el escalofrío propio de una neurosis educada para responder a esa esfinge que se nos presenta en el camino con su enigma entre jodida y permisiva por la aduana de la vida. 

La intimidación del vacío del papel en blanco por escribir encuentra analogía en la angustia sin objeto, similar al concepto por representar en la plástica, cuando lo que no cesa de escribirse insiste en el hueco de la falta. El sujeto emerge una y otra vez como falla en la estructura y aquí pongo en conexión toda la metáfora del Arte con ese furioso garrapateo que no cesa de nombrar la cosa, todavía insatisfecho en el punto final. Lo real de la experiencia no se circunscribe totalmente a la significación, queda un resto. Desde el más humilde escrito sin pretensiones literarias hasta la más elaborada engañifa del sentido (revestimientos de figuras retóricas, neologismos, arquitecturas lógicas insólitas o laberínticas), el psicoanálisis descubre que el objetivo no es el deseo de comunicar algo, sino la imposición misma del enigma après coup de la letra, el cual pide ser interpretado. Marcelo Ale, introduce su libro hablando del inconsciente a partir de Freud: “La máquina de escribir jeroglíficos” (8), como aquel aparato del deseo que no se satisface en el escrito, sino en la sensación de un avance o plus de goce sobre el sentido, hacia la pura apuesta por el enigma. Ese enigma apunta al inconsciente como escritor. Así, el acontecimiento de la escritura no es obligatorio ni necesario al acto de la lectura. La contingencia de la lectura refuerza el aserto de Lacan que sitúa el acto de la lectura como un efecto transgresor y modificador del sujeto. La desconexión entre la gratuidad y la oferta de la escritura y los efectos de significación que impactan, seducen y reconstruyen el sentido están del lado del lector. 

Al menos es esto lo que provoca un texto psicoanalítico –nos lo recuerda Enrique Acuña (9)– crea ecos, resonancias, paroxismos de sentido en el cuerpo que remiten a una experiencia de corte y reinscripción que genera un texto otro, no un simple comentario exegético. Lacan concluye que el psicoanálisis no es una hermenéutica, cuando advierte sobre el gran malentendido que hay sobre el dispositivo, que no es el analista el intérprete fiel de las formaciones del inconsciente, sino el mismo analizante. La subversión del psicoanálisis no está entonces en la genialidad de la teoría, sino en la conquista de una nueva transmutación subjetiva. Escribir teoría en psicoanálisis comporta una nueva lectura de la experiencia analítica, de los efectos subjetivos de su praxis, sin veladas pretensiones de generalización científica. Sin ser fin de análisis sobrelleva ese gesto triunfal de no sucumbir en la angustia, sino apostar a futuro por el decir en sus flancos descuidados, atravesando fantasmas, bordeando el a del deseo irreductible ya sea, en el triunfo sobre el ardid de un deseo otro desconocido o en el relevo del próximo enigma subjetivo.

Celebro la publicación nº 14 de Conceptual, como la decantación y progresión de un trabajo articulado y lógico en el espíritu de la experiencia analítica.
Posadas (Mnes.) – Argentina, 19/10/2013


Osvaldo Gómez Lez: (Asunción del Paraguay, 1968). Prof. Lic. en Filosofía. Miembro y fundador de APPA - Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu. Presidente del CIF - Centro de Investigaciones en Filosofía del Paraguay. Docente, ensayista e investigador. E-mail: ogymagog@gmail.com

Notas:

(1) Andrea Giunta (Comp.),El caso Ferrari. Arte, censura y libertad de expresión en la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta 2004-2005. Ed. Licopodio, Buenos Aires,2008. Citado en: http://www.artishock.cl/2013/07/leon-ferrari-1920-2013/
(2) Jacques Lacan, Seminario 9. La Identificación. Clase 16 del 4 de Abril de 1962.
(3) Jacques Lacan, El triunfo de la religión: precedido de Discurso a los católicos. Buenos Aires, Paidós, 2005.
(4) Biografía en http://www.leonferrari.com.ar/index.php?/info2/bio/ (cf. Andrea Giunta Op. Cit.).
(5) León Ferrari. “Los crímenes, el arte y la religión” en Ñ Revista de Cultura del diario Clarín. Buenos Aires. Año II - Nº 59 del 13 de noviembre de 2004. pp. 52-53.
(6) Jacques Lacan, Seminario10. La Angustia. Clase 1 del 14 de Noviembre de 1962. Buenos Aires, Paidós, 2006.
(7) Fragmento de un artículo de Ticio Escobar sobre Ferrari, escrito para el Museo Blanton, de Austin, USA. Publicado en el Correo Semanal del diario Ultima Hora - Paraguay del 3 de Agosto del 2013. Consultado on-line en http://www.portalguarani.com/106_ticio_escobar/21029_acerca_de_una_obra_de_leon_ferrari__texto_de_ticio_escobar.html
(8) Marcelo Ale, Pasión y encanto en la experiencia analítica. La Plata, el ruiseñor del Plata, 2010. p.14.
(9) Enrique Acuña, Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas. La Plata, EDULP, 2009.



Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: “Función de la Angustia: la orientación hacia el síntoma” Por Rodrigo Cibils


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-CUANDO EL TRAUMA AGUJEREA EL IDEAL-

Viernes 18 y Sábado 19 de Octubre
Museo“Juan Yaparí” (Sarmiento Nº 319 Posadas, Misiones)


Función de la Angustia: la orientación hacia el síntoma (*)

Por Rodrigo Cibils



En torno a la “Función de la angustia”, podríamos ubicar la palabra “función” en la enseñanza de Lacan desde un comienzo. En una conferencia titulada “Funciones: de la causa al sinthome” (1), Enrique Acuña se refiere a la escritura matemática de función: “f(x)”, donde la “x” como un elemento vacío permite introducir un desplazamiento de la significación, la cual no se agota en un enunciado, quedando siempre un resto. De este modo, la función será relativa a la variable, es decir, a la intencionalidad del deseo del que habla.     

En “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” (1895), uno de los primeros textos referidos a la angustia, Freud modifica y separa a la neurosis de angustia de la neurastenia, aísla esa entidad nosológica que las había ubicado juntas en un texto anterior de 1894, en “Neuropsicosis de defensa” bajo el nombre de “Neurosis Actuales”. En el primer texto mencionado, Sigmund Freud señala que el cuadro de neurosis de angustia se constituye alrededor de un síntoma cardinal: la angustia. La define como “el resultado de la transformación de una tensión sexual somática que no llega a adquirir el estatuto de estímulo psíquico” (2), es decir, que no se transforma en libido. Pone el énfasis en tomar a la angustia libremente flotante, sin ligazón a una representación, podríamos decir que lo predomina aquí es una noción de angustia como un puro resto, “quantum intramitable” sin función operativa alguna, resaltando que aparece en este tiempo como algo ajeno al sujeto (da el ejemplo del coito interruptus en las mujeres-sin responsabilidad alguna-soportan pasivamente). 

Aquí Freud no se puede separar de la creencia e idea generalizada que considera a la angustia como una señal con la función adaptativa de señalar lo peligroso para el organismo. Sostiene la oposición entre angustia realista y angustia neurótica, oposición que se mantiene hasta “Inhibición, síntoma y angustia”.

Es interesante encontrar en este texto de Freud de 1895, una descripción y enumeración de síntomas físicos de lo que actualmente se llama “Panic Attack”, pretendiéndose para esta etiqueta una plaga propia de esta época. Freud hace una descripción detallada de síntomas físicos “equivalentes del ataque de angustia”, a la que se le asocia (al ataque de angustia) con actividad cardiaca, palpitaciones, arritmia, taquicardia, perturbaciones de la respiración, oleadas de sudor, temblores y estremecimientos, terror y temor nocturno, entre otros. Si ponemos en tensión lo descripto por Freud con los síntomas descriptos por el DSM IV sobre el “ataque de pánico” veremos que no habría diferencia alguna.

En la “Interpretación de los sueños” de 1900, se produce un viraje en la forma de concebir a la angustia. Si decíamos en el texto anterior que Freud ubicaba a la angustia como algo ajeno al sujeto, en este texto sobre los sueños gira en torno a que la angustia surge tras la represión. Al reprimirse una moción pulsional, la representación pasa al inconsciente sometiéndose a sus leyes, y el afecto se suprime, se desplaza o se transforma en otro afecto, en angustia específicamente. Lo fundamental que hay que destacar de este salto en Freud, es que si decimos que si hay angustia es porque hubo represión, esto implicaría decir que allí hay un sujeto.  

En “Inhibición, síntoma y angustia” se va orientando progresivamente a formular el papel de la angustia como señal ante la pulsión, vivida como un peligro en la neurosis. Y siguiendo esta línea, Freud afirma que lo que ahora pasa a un primer plano es la relación de la angustia con los síntomas. 

En la actualidad, en torno a la angustia, se genera una tensión entre el psicoanálisis y las nuevas ciencias y técnicas, entre ellas las TCC, haciendo pareja con la angustia pero manteniendo la cuestión de una experiencia sin sujeto (desconectan al sujeto del lenguaje). Aquí hay un punto de tensión, donde hay que ubicar a la experiencia de un análisis como una experiencia que introduce al sujeto en su determinación inconsciente, opuesta a las TCC y a la medicalización donde se produce “el robo del sujeto de la experiencia”, ubican a la angustia y la transforman siguiendo una política de restar la causa del efecto. Ante esto, la política del psicoanálisis es diferente, toma a la angustia y al síntoma con un sesgo no deficitario, sino respuestas con función especifica.

En el psicoanálisis la angustia tiene una “función operativa”, y se trasforma en un análisis en un puente que conduce a otra cosa. Por la experiencia de un análisis hay un desembarco de la angustia en un síntoma.

(*) Escrito a partir de la 4° Clase del Curso Breve: “¿Qué nos orienta? Síntoma y angustia en la clínica psicoanalítica”, desarrollado en la Asociación de Psicoanálisis de Misiones, verano del 2013. 

Notas:

(1) Acuña, Enrique. “Funciones: de la causa al sinthome”. Intervención en el XI COLOQUIO DE MODULOS DE INVESTIGACION DE LA Asociacion de Psicoanalisis de La Plata. Noviembre de 2005. Publicado en “Microscopia N°51”-Diciembre de 2005.
(2) Freud, Sigmund. “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” (1895). Volumen III. Amorrotu Editores. Bs.As., 1991.

Bibliografía:

• Acuña, Enrique. “Funciones: de la causa al sinthome”. Intervención en el XI COLOQUIO DE MODULOS DE INVESTIGACION DE LA Asociación de Psicoanálisis de La Plata. Noviembre de 2005. Publicado en “Microscopia N°51”-Diciembre de 2005.
• Ale, Marcelo. La dimensión semántica de la angustia. En “Pasión y encanto en la experiencia analítica”. 1ra. Edición. El ruiseñor del Plata-Ediciones de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata. La Plata. 2010. 
• Freud, Sigmund. Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia (1895). Volumen III. Amorrortu Editores. Bs.As., 1991.
• Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños (1900). Volumen IV. Amorrortu Editores. Bs.As., 1991.
• Freud, Sigmund. Inhibición, síntoma y angustia (1926). Volumen XX. Amorrortu Editores. Bs.As., 1992.



Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "La época del trauma idealizado" Por Lorena Danieluk


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Viernes 18 y Sábado 19 de Octubre
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La época del trauma idealizado

Por Lorena Danieluk



Mas yo que no estoy hecho para traviesos deportes ni para cortejar a un amoroso espejo; yo que con mi burda estampa carezco de amable majestad para pavonearme ante una ninfa silenciosa; yo cercenado de esa bella proporción,
arteramente despojado de encantos por la Naturaleza,
deforme, inacabado, enviado antes de tiempo al mundo que respira; a medias terminado
Y tan renqueante y falto de donaire
que los perros me ladran cuando me paro ante ellos;
(. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . )
y pues que no puede actuar como un amante
frente a estos tiempos de palabras corteses,
estoy resuelto a actuar como villano
y odiar los frívolos placeres de esta época.
Monologo de introducción de Ricardo III de Shakespeare. Freud S. “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” Tomo XIV, Pag. 321.


Freud trabaja esta cuestión en este texto de 1916, ejemplifica, refiriéndose a Ricardo III, a los estados que denomina “excepciones”, son sujetos que consideran haber sufrido lo suficiente, no soportan ningún otro requerimiento de la vida sino más bien esperan un resarcimiento. En este caso, justifica el hecho de no poder amar, y por lo tanto su odio y maldad por su defecto físico inmodificable.
P. L. Assoun, en “El perjuicio y el ideal – hacia una clínica social del trauma-” se refiere a la época actual destacando en ella la figura del perjuicio como modelo de la enfermedad de la cultura. Considera a su vez que la pregunta por el perjuicio se halla en el origen del psicoanálisis como centro mismo, traumático, de lo originario infantil. En el origen siempre encontramos esta cuestión de un perjuicio que alguien inflige a un niño, alguien considerado o tenido por padre es la causa de la “adulteración”.
Enrique Acuña, en su texto “Dialectica del perjudicado y el prestador” refiere que “el perjudicado es una figura de la segregación social mientras que “los de Excepción” son irreductibles al análisis mismo, a partir de un rasgo identificatorio al que no se renuncia en tanto es un carácter, un modo de gozar” piensa una especie de boda en donde la pareja perjudicado-prestador produce en su necesidad un tercero que es un excedente (plus-de-goce).

Lo cierto es que cada época le da su impronta a esta pregunta sin tiempo (pregunta por el perjuicio). El resultado es una posición subjetiva que se organiza en torno al sentimiento del perjuicio y que por lo tanto tiene que quejarse y exigir una reparación.

Encontramos aquí el meollo de la cuestión, algunas palabras que funcionan como Destino necesario, algo escrito. El perjuicio entendido como daño que merece resarcimiento.

El trauma idealizado, es pensar que en el lugar del ideal social se halla el trauma precisamente como daño, tenemos por lo tanto un universo de sujetos dañados que demandan ser comprendidos y remendados en su dolor.

Pues bien, encontramos también, y esto lo explica muy bien Enrique Acuña, en el texto antes citado, una especie de acuerdo entre lo que se presenta como malestar de la civilización y las prestaciones que se ofrecen como reparación, de este modo rápidamente podemos decir que para que existan las prestaciones tienen que existir sujetos perjudicados.

Promover la salud para todos, como ideal social, como norma que organiza, termina siendo un motivo que empuja a disponer de los medios necesarios para llevar a la gente a ese ideal, alcanzar por lo tanto la salud.
Si el aparato social debe captar el “daño” es necesario también que lo nombre con términos que posibiliten su abordaje, de ese modo surgen entonces terminologías tales como depresión, ataques de pánico, fobias, etc. - nuevas clasificaciones -.

Me interesa, pensar entonces con esa brújula, lo local. Con la resonancia de algunas publicaciones en el diario Clarín, mas precisamente en la Revista Ñ, donde se acusa a los psicoanalistas de no atender a lo social, de estar aislados en el consultorio.

Entonces, la ciudad que habitamos, que por cierto está inserta en una provincia que a su vez forma parte del mapa de un país.
En el recorrido por algunos textos de autores locales, pude leer lo siguiente: Teresa Warenycia escribe “Posadas des Memorial” en donde refiere cierta desmemoria y trata apelando a las imágenes fotográficas de construir un memorial, “Historia de Posadas”, escrito por Etorena y Freaza, en donde se puede leer cierta idea de que Posadas se presenta como lugar que posibilito que cada quien encontrara su lugar (en 1869).
Un punto opaco de lo local, es la relación de los ciudadanos posadeños con los Pueblos Originarios ¿ligados o des ligados?.
Hay en la actualidad una reivindicación de los derechos de los Pueblos Originarios, como así también de su cultura. Desde el estado y a partir del 2003 se planteo un cambio de paradigma, en donde se tratara de reconocer, promover y proteger los derechos humanos como un punto nodal para pensar políticas públicas. Este nuevo paradigma desde donde se van a pensar y efectuar las cosas, se denomina Intercultaralidad.

Considero que la posibilidad y apuesta del psicoanálisis se encuentra cuando puede captar cual es ese elemento disonante, es decir que no pierde de vista el hecho de que lo social al plantear el para todos como deber, no sabe que alguien puede no querer eso; Freud lo denomino pulsión de muerte o más allá del principio de placer.
Es importante plantear la cuestión del trauma en psicoanálisis en tanto interesa cómo alguien puede estar afectado por un hecho, que da lugar a distintos síntomas que afectan su vida.

Distinguiendo a la vez el ideal como ideal social, del ideal que puede estar funcionando para cada quien en su vida privada, cuestión que solo podrá hacerse visible en el dispositivo analítico y ya no en la masa. Si alguien accede a hablar y escucharse.-

Bibliografía consultada:

* Acuña, Enrique. El viejo mundo nuevo- la sociedad del acto analítico - En apm-blog.blogspot.com
* Acuña, Enrique. Dialéctica del perjudicado y el prestador. En  e- textos de www. aplp..org. ar
* Assoun, Paul Laurent. El perjuicio y el ideal – hacia una clínica social del trauma-.Edit. Nueva Visión.
* Etorena, Alba Celina – Freaza, José Carlos. “Historia de Posadas” – desde sus orígenes hasta la actualidad- V. 1. Posadas, Misiones, Argentina. Año: 2010.
* Freud, Sigmund. Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Tomo XVI. Amorrortu.
* García, Germán, Actualidad del trauma. Curso breve enero 2004. Editorial Grama.


Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "Lo verdadero: la insinuación de la verdad" Por Ana Gutiérrez


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Lo verdadero: la insinuación de la verdad 

Por Ana Gutiérrez


Hay un momento históricamente definido en la ciencia, al que Descartes da origen con su cogito cartesiano, “Pienso, luego existo”, momento inaugural de la ciencia moderna en el siglo XVII,  que genera cambios simbólicos y estructurales en los discursos de la época.
Ciencia que no es aséptica, sino que conlleva una ideología, que incide y provoca efectos epistémicos en el modo de acercarse al conocimiento, en la búsqueda de las causas de los fenómenos en el mundo.
Así, el psicoanálisis se origina inmerso en este contexto, en el discurso de la ciencia, siendo esta estructuralmente complementaria y solidaria a su nacimiento.
Dirá Lacan: en “La ciencia y la verdad”: “Es ese cientificismo el que condujo a Freud a abrir la vía que llevará para siempre su nombre (…), llevará de él su marca”.

En el mismo texto dirá, aunque parezca paradójica; esta cita: “El sujeto del psicoanálisis es correlato del sujeto de la ciencia”. Fue necesario uno para dar lugar al otro. ¿Porque?; porque a partir de la existencia de la fórmula matemática,  combinatoria calculable de la ciencia, cuando  se produce la falla, que es un más allá del saber de la ciencia,  en esa falla  aparece el sujeto del inconsciente, con su dimensión significante, sujeto que se define a partir del error,  en el lapsus, sueños, fallidos. Entonces el sujeto de la ciencia es la condición de posibilidad para que se imponga el sujeto del inconsciente.
En este escrito Lacan define que la práctica analítica no implica otro sujeto, que el de la ciencia, aunque a diferencia de ella, que vela o forcluye al sujeto, el psicoanálisis le da lugar a la verdad inconsciente como causa. Verdad que actúa, a través de sus efectos; “la ciencia, de la verdad como causa no querría-saber-nada”.
Al tomar Lacan las cuatro causas Aristotélicas para el psicoanálisis, la causa no está ligada a una fórmula como en la ciencia, ni a la causa eficiente como en la magia, ni a una finalidad como en la religión, sino a una causa material, a la materialidad significante, irreductible a cualquier efecto de significado, ya que el significante mantiene siempre su autonomía.

¿Qué quiere decir esto?, Que cada uno tiene sus significantes que lo dividen, sus palabras enigmas, que provocan efectos en aquel que habla y que pueden volverse síntomas.
Causa material, irreductible a otros discursos, que es reveladora solo para quien la pronuncia, que divide a ese sujeto, para quien es un mensaje a descifrar.
Esta causa material, pone en juego lo que Lacan va a llamar, combinatoria propia o matemática propia,  que deviene producto de la asociación libre, produciendo una constelación significante. Entonces hablaremos de causalidades no de causa, no hay “la causa” como en la ciencia que decimos causa-efecto. A partir  de  la división del sujeto, hay causalidad múltiple con respecto a esa causa una, a ese significante amo.
En la ciencia cuando decimos causa formal, estamos en el territorio de la fórmula pactada de antemano, y en el psicoanálisis nos referimos a una causación contingente. 
Así entonces, si hay una combinatoria no calculable y contingencias significantes, el objeto del psicoanálisis no será igual que el objeto de la ciencia. El objeto a, del psicoanálisis, será un vacío que esta fuera de la cadena significante, su hechura no es significante, pero sí, es el resto de esa operación y se ubica en el hiato entre el saber y la verdad, es más bien la imposibilidad de saber la verdad toda sobre ese objeto. Este objeto que no se nombra, queda delimitado en el ocho interior cuya materialidad si es significante.

J.A Miller, en “El banquete de los analistas”, dice: “El saber queda ligado al cierre del inconsciente como verdad. Lacan plantea que el análisis progresa esencialmente en el no saber, que es lo que daría lugar a la docta ignorancia” (…) el saber es en sí mismo una no relación con la verdad y funciona, si me permiten, como su mordaza”.
Surge entonces un interrogante, dirá Leticia García en su escrito en la microscopía Nº 118: “si lo que inicialmente se presenta como verdad, a lo largo de la cura se vuelve un saber establecido, y como tal ignorancia, ¿es posible obtener una verdad, que no funcione como cierre del inconsciente, al devenir saber?
La verdad no existe, pero si está la imposición de lo verdadero, en un discurso”

Enrique Acuña, en su artículo “Amar su más allá- una lectura de la ciencia y la verdad”, que fue publicado en Microscopía Nº 86, dice: “Ya no es que la verdad habla, sino la verdad es una revelación inconsciente que remite a un saber reprimido que se desvanece, al captarla, se pierde”.
Lo interesante de esta cita, es que toda verdad que pretende hablar como tal, es decir, como diciendo toda la verdad, es mentirosa. La verdad es medio-dicha, queda insinuada,
está en la palabra, pero en la palabra a descifrar. Entonces la verdad es imposible como causa final, pero el saber va a tocar algo de la verdad generando un efecto: lo verdadero.
Lo verdadero,  es lo tolerable para cada uno, poder pensar que eso singular existe.
Tenemos mucha información, saber, conocimiento, que genera un efecto verosímil, no un saber sobre la verdad.
El analista se topa con la dimensión de la verdad en un análisis, como algo que se instaura con cierta mentira, así la mentira se postula como tal en la dimensión de la verdad. Y la postura del analista con su interpretación solo tiene sentido cuando formula al sujeto, ese “tú dices la verdad”
Lo verdadero, dirá Acuña en su curso, es la parte de la verdad que es un afecto o efecto entre el saber y la verdad.


Bibliografía:

* Lacan, Jacques: “La ciencia y la verdad”. En Escritos 2. Editorial Siglo XXI.
* Acuña, Enrique: “Amar su más allá- una lectura de “La ciencia y la verdad”-En Microscopía nº 86. Publicación mensual de la APLP. Biblioteca freudiana.
* Miller, J.Alain: “El saber y la verdad I y II”. En El banquete de los analistas. Edit. Paidós.
* Lacan, Jacques: “El saber y la verdad”. En  El seminario, libro 20, Aun. Edit.Paidós.
* Lacan, Jacques: “Análisis y verdad o el cierre del inconsciente”. En El seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales.
* Miller, J.Alain: “Iluminaciones profanas”. En Lacaniana nº 7. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
* Acuña, Enrique: Apuntes del curso, “El Objeto del psicoanálisis- lo que queda por decir- año 2012.
* García Leticia: “El caso en psicoanálisis”. En Microscopía Nº 118. Publicación mensual de la APLP. Biblioteca freudiana.



Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "Después del género" Por Gabriela Rodríguez


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Después del género

Por Gabriela Rodríguez


Después del género… indica la obertura de un tiempo que se vislumbra como lo actual en la experiencia contemporánea de la sexualidad, que a vuelta del boomerang que fragilizó las ficciones ordenadoras de la distribución sexual, nos muestra el rostro caleidoscópico de una promovida diversidad en materia de sexos. En una época designada como victoriana, Sigmund Freud inventó una vía que tomaba en su experiencia el malestar de la época por boca de ciertas mujeres dispuestas a decir sobre el arreglo siempre fracasado entre sexual e ideal. Nosotros, ya no victorianos, aunque igualmente empujados a hablar de sexo, discurrimos sobre la reasignación del sexo quirúrgica y/o jurídica, sobre el reconocimiento de las identidades de género o las variantes transgénero. El uso de un neutro que rechaza cualquier determinismo que venga del lenguaje nos empuja a eliminar toda marca de género en la lengua, un resabio hetero-normado. Después del género la atmósfera de la época y su creciente relativismo nos quiere diversos, nómades, múltiples, queers…no se trata ahora del arreglo fracasado entre sexual e ideal sino de la instalación de un ideal sexual. 

La vía freudiana que inaugura la presencia del discurso analítico, lejos del abrigo que pidieran representar las tradiciones se mantendrá abierta solo si se sostiene en una posición doble, señalada por Eric Laurent(1), porque no basta con constatar la fragilidad de las ficciones con las que se arma la época, además se plantea como necesario situar lo que de esa fragilización podría consonar con su partida, para hacerse un lugar.  

El género, emerge como resultado de algunas intervenciones que retroactivamente se han vuelto claves, piedras lanzadas contra la imaginada quietud de un estanque cuya transparencia no es más que el desconocimiento de la vía abierta por Freud. En 1955 un eminente endocrinólogo neozelandés, John Money decide trasplantar el término gender desde la ciencia del lenguaje a la ciencia de lo sexual para producir con este transplante un nuevo uso, si bien ya tenía una historia en el mundo anglosajón(2). El término gender ahora asociado a la teoría del rol crecida en el suelo de la sociología funcionalista norteamérica, consigue atraer la atención sobre el papel que juega la interacción social como un elemento clave en la adquisición de una identidad sexual sea masculina o femenina, con el consecuente conductismo social al que tal consideración se presta. Este nuevo uso científico del término aparecía como el suplemento preciso al término sexo(3), así lo declara el propio Money en la introducción a la edición española de su Desarrollo de la sexualidad humana, un remedo capaz de sortear un obstáculo que comienza siendo terminológico, por caso: cómo llamar a un niño, cuyo pene se presenta disminuido ya sea por una causa accidental o por alguna malformación congénita, que se muestra sin embargo en todo evidentemente masculino, fuera de su particularidad genital. En el colmo del malentendido suscitado por el error común(4) el término gender hacía su aparición. 

Tras Money en 1968 Robert Stoller un destacado psicoanalista norteamericano, haciéndose eco de aquellos estudios, será quién definitivamente establece la división de la identidad sexual en sexo y género, división que afectará a la consideración de la sexualidad de allí en más. Esta vez, haciendo lugar al forzamiento que el transexual hace del discurso sexual, por caso: “soy una mujer en el cuerpo de un hombre”. Es en el intento de salvar la contradicción que introduce el enunciado, que Stoller plantea la división y así logra dar un lugar presumible en el reparto de la sexualidad, lo que viene de la biología, lo que viene de lo social. El binario quedaría instalado. 

Mientras tanto por esos años Lacan en su Seminario, cortocircuitando ese binario y las categorías a las que responde, construía la sexuación como un proceso en el que una “decisión inconsciente”, que es inscripción en la función fálica, consigue enlazar lo pulsional y el lenguaje. Claro está que ni lo pulsional se corresponde con la biología ni el campo del lenguaje se recubre con la mera influencia social cuando se lo considera en su faz de causar el goce para cada uno. “La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer” podía afirmar Lacan en 1974, despejando cualquier aporía que se pudiera suscitar entre los predicados del yo y una supuesta evidencia anatómica que no es tal, sino a vuelta de la dependencia del lenguaje con la que se la mira. En todo caso, la sexuación propuesta por Lacan se separa tanto del expediente anatómico: sexo y sexuación no se corresponden, tanto como de la teoría del género: sexuación y género no se recubren. Los ejemplos presentes en el Seminario de Lacan opacan el binario mentado: la identificación viril en una anatomía de mujer cuya posición sexuada deberá ser esclarecida, la escritura mística testimonio paradigmático del goce femenino en una anatomía de hombre, tal el caso de San Juan de la Cruz.    

Sin género de duda la distancia zanjada entre estas posiciones: una que se ordena a partir del binario sexo/género, otra que interroga la vía freudiana retomada por Lacan, se mantendría. El alcance de la noción de género, elevada al estatuto de una categoría útil mostraría su fertilidad, hoy la vemos precipitada en la Argentina por ejemplo en la ley Nº 26.743 que establece el derecho a la identidad de género de las personas, sancionada en mayo de 2012, la ley de “Identidad de Género” representa el triunfo social de la gender theory que permanece en el terreno de una lógica de atribución. Es por este sesgo por donde emerge lo que la misma noción no consigue apresar y que se expresa como “malestar de género”(5), puesto en pie de igualdad con el malestar en la cultura freudiano, por un lado la existencia de sujetos que no se avienen a la atribución asignada - cuando el dualismo sexo/género se muestra exiguo para nombrar la particularidad -  y por otro, la dimensión de lo pulsional que supone una satisfacción que se excluye del atributo. 

Tras una década de marcada vigencia, la noción de género fue objeto de una crítica sistemática tanto por su inadecuación teórica como por su naturaleza políticamente imprecisa(6). Durante los años 90, la discusión circuló sobre las ruinas de la noción de género, creando las condiciones de la llamada fase de posgenero en el feminismo. En esta línea avanzará Judith Butler en su libro El género en disputa – una de las contribuciones más influyentes en este debate -, con el fin de poner al descubierto lo que la operación del género encubre produciendo al mismo tiempo una exclusión. La distinción sexo/género descansa para Butler en una relación mimética, la discontinuidad establecida entre cuerpo sexuado y género culturalmente construido, permite otorgar al primero un carácter natural y una condición de inmodificable al segundo. Atacar el binario despegando el sexo del género tiene el propósito de mostrar el carácter de artificio vago de este último, indicando a la performance como lo propio del género. El travestimo se convertirá en un paradigma porque permite poner la cuestión en el terreno de una abertura paródica, afín con la replica antinaturalista que la autora quiere sostener. La duplicidad sexo/género en su versión tradicional no hace más que reproducir las condiciones de una hetero-normatividad; para Butler la teoría de los géneros se vuelve en todo subsidiaria de la norma heterocentrada, y bastaría con poner la lupa sobre una serie de prácticas sexuales calificadas como no-normativas para que se produzca un efecto horadante capaz de revelar como una suerte de catalizador interrogantes más fundamentales, que la gender theory saturaba con atributos, ¿qué es ser un hombre?, ¿qué es ser una mujer?. 

Ahora bien que el sexo como diferencia sexual, ciertamente no sea ni natural, ni anatómico, ni cromosómico, ni hormonal(7) – como bien señala Judith Butler en consonancia con el psicoanálisis – no lo hace tampoco solo una construcción social, aunque tenga su historia hecha de identificaciones(8), la sexuación es un resultado que desmiente tanto cualquier presupuesto ontológico de base, como su reducción a una mera ficción paródica. Las preguntas de Butler, que son también preguntas que el psicoanálisis articula sin partir del establecimiento de una norma - algo evidente después del freudiano Tres ensayos sobre teoría sexual -, no hacen que concluya en consonancia con el psicoanálisis, un blanco electivo de sus críticas, antes bien su conclusión deriva sin solución de continuidad en la eliminación de la diferencia sexual, saldo cínico de las ruinas de la categoría de género que contribuye a la generación del contexto queer.  

Enrique Acuña(9) hacía notar el efecto del relativismo cultural con su rostro de construccionismo social desde el que se impugna el presunto resabio esencialista del psicoanálisis. Su acción pone en marcha el fenómeno de hibridación celebrado por el contexto queer.  Sin embargo el psicoanálisis sigue recogiendo en su experiencia los restos de las identidades quebradas, cuando los nombres propuestos por lo social de este relativismo, deja ver que no hay una descripción exhaustiva del goce. Como la teoría queer, señala también el carácter múltiple de la identificación y su movilidad, pero no identifica a los sujetos con sus prácticas sexuales, ni sostiene el fantasma de una sexualidad ideal liberada del determinismo del semblante, le sale al paso al impasse queer revelando la dimensión irreductible del goce. 

Citas:

1) Eric Laurent “El orden simbólico en el siglo XXI. Consecuencias para la cura”.
2) Liana Borgui. “Postgender”. (2000). Versión electrónica.
3) John Money. Desarrollo de la sexualidad humana. Ediciones Morata (1982).
4) Jacques Lacan. Seminario 19…O peor. Clase del 8 de diciembre de 1971. Lacan llama “error común” al error que hace comunidad, fuente del discurso sexual  que pasa la diferencia sexual a lo real por intermedio del órgano y con ello consigue hacer consistir la naturaleza. 
5) Femenías, Gianella, Santa Cruz y otras. Mujeres y Filosofía. Teoría filosófica de género. “Para comprender el género: Precisiones epistemológicas”. Centro Editor de America Latina (1994).
6) Rosi Braidotti. Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade. “Género y posgénero: ¿el futuro de una ilusión?”. Editorial Gedisa. (2004).
7) Judith Butler. El género en disputa. “Sujetos de sexo / género/ deseo”. Editorial Paidós. (2001).
8) Graciela Musachi. “GLTTBI”. En Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales. XV Jornadas Anuales de la Escuela de Orientación Lacaniana. EOL. Grama. (2007).
9) Enrique Acuña. Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas. “Semblanzas reales. De los meteoros a Internet” EDULP. La Plata. (2009).
    



Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "Hacer funcionar la angustia en el campo de la salud mental" Por Sebastian Ferrante



Pre-textos

Hacia las VIII  Jornadas Anuales de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones

ANGUSTIA SIGLO XXI
-CUANDO EL TRAUMA AGUJEREA EL IDEAL-

Viernes 18 y Sábado 19 de Octubre
Museo“Juan Yaparí” (Sarmiento Nº 319 Posadas, Misiones)


Hacer funcionar la angustia en el campo de la salud mental

Por Sebastian Ferrante



Introducción

La atmósfera actual de leyes y clasificaciones exige al psicoanálisis maniobras para no quedar excluido, pero tampoco subsumirse en el campo de la salud mental. En “Un inconciente entre leyes y clases”, Enrique Acuña propone una interfase entre el psicoanálisis y la salud mental cuyo resultado es una articulación sintomática.
Se trata de entender las coordenadas de la época y responder desde lo específico del psicoanálisis en tanto experiencia que introduce al sujeto en su determinación inconsciente, diferente de cualquier experimento objetivo cuantificable.

El problema de las clasificaciones y la manera de dar nombre a los fenómenos deriva en nuevas formas de presentación (entendiendo por ello que los significantes de la época determinan la lectura que uno hace de la “realidad”). Con respecto a ello, me interesó tomar un posible destino que ha tenido el concepto de angustia en el campo de la salud mental. La “Propuesta de lecturas” para esta jornada, publicada en Microscopia nro. 118, afirma: “En la danza clasificatoria, la angustia transformada en ansiedad debe ser eliminada, ya que la salud es entendida como el silencio de los órganos y en el caso de la salud mental ese silencio se confunde con el orden social –silencio del Otro, ausencia de síntomas”. 

La salud mental en la actualidad conlleva como premisa el orden publico que implica la desaparición de todos los trastornos posibles. Jean Claude Milner plantea el paradigma problema-solución para explicar el modo en que la función de regalía del estado se ocupa de la salud mental, el malvivir. En efecto, este paradigma indica que una buena solución requiere la sustitución del problema por otra cosa que funcione, de manera que el problema desaparezca. En oposición a ello, Milner propone que frente a los intercambios, existe un plus que representa lo insustituible cuya forma lógica en Lacan es el objeto a. Si la angustia sigue los carriles delineados por esas políticas, se trata de articular aquello que como problema que hay que hacer desaparecer con la propuesta del psicoanálisis de un elemento irreductible. 


Ansiedad vs. Angustia o Afecto vs. Semántica

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales contiene una clasificación y descripción de las categorías diagnósticas. Se propone mejorar la comunicación y la transmisión entre clínicos e investigadores exigiendo apoyarse en fundamentos empíricos sólidos. En la versión actual de Manual (DSM IV), las crisis de angustia (panic attack), que suelen aparecer en el contexto de diversos trastornos de ansiedad, se definen por la aparición aislada y temporal de miedo o malestar de carácter intenso acompañado por una serie de manifestaciones somáticas: palpitaciones, frecuencia cardíaca acelerada, sudoración, miedo a perder el control, volverse loco o morirse, entre otras. Por el modo de inicio y la presencia o ausencia de desencadenantes ambientales se clasifican tres tipos: las crisis inesperadas, las situacionales (que se reducen a fobias específicas) y las más o menos relacionadas con una situación determinada. La angustia que tiene objeto (la situacional) queda reducida al miedo y la que no (la inesperada) queda indefinida, a la deriva.
Por otra parte, el trastorno de ansiedad generalizada, definido en el DSM IV, presenta como característica esencial la ansiedad y la preocupación excesivas (expectación aprensiva). Sentí curiosidad por estos dos términos y recurrí al diccionario de la RAE:
- Expectación: Espera, generalmente curiosa o tensa, de un acontecimiento que interesa o importa.
- Aprensiva: Dicho de una persona: Sumamente pusilánime, que en todo ve peligros para su salud, o imagina que son graves sus más leves dolencias.
De la combinación de estas dos definiciones arribamos al hecho de medicalizar la supuesta peligrosidad de esperar algo que interesa, o en su defecto, patologizar las fantasías.
Doble operación entonces, de incluir la angustia dentro de los trastornos de ansiedad y reducirla a su carácter de afecto displacentero. 

Si bien la ansiedad no fue desarrollada por Freud encontré algunas referencias aisladas. En “Obsesiones y fobias” (1895), afirma que “Ya he mencionado la gran diferencia entre las obsesiones y las fobias: que en las segundas, el estado emotivo es siempre la ansiedad, el temor (…) El mecanismo de las fobias es totalmente diferente del de las obsesiones. Ya no es el reino de la sustitución. Aquí ya no se revela mediante el análisis psíquico una idea inconciliable, sustituida. Nunca se encuentra otra cosa que el estado emotivo de la ansiedad, que por una suerte de elección ha puesto en primer plano todas las ideas aptas para devenir objeto de una fobia”. En “La neurastenia y la neurosis de angustia” (1895) la ansiedad, definida como “tendencia a la visión pesimista de las cosas”, es una manifestación de la espera angustiosa, siendo esta última un síntoma del cuadro clínico de la neurosis de angustia.
En Inhibición, síntoma y angustia, angustia y ansiedad se vinculan en tanto ambas son sentimientos de carácter displacentero, junto con el dolor y el duelo. Pero, en vías de revelar la esencia de la angustia, Freud afirma que ésta habrá de presentar otra particularidad además del displacer.

En el Seminario X Lacan va a ser claro con la diferencia, ya que introduce la angustia como afecto, pero agrega que tiene una estrecha relación de estructura con lo que es un sujeto. Cito: “lo que he dicho del afecto es que no está reprimido. Esto Freud lo dice igual que yo. Está desarrumado, va a la deriva. Lo encontramos desplazado, loco invertido, metabolizado, pero no está reprimido. Lo que está reprimido son los significantes que lo amarran”. Es entonces la angustia un punto de partida, dice Lacan, en virtud de que su verdadera sustancia es ser lo que no engaña, lo fuera de duda. Por el contrario, “los significantes hacen del mundo una red de huellas, en la que el paso de un ciclo a otro es pues posible. Lo cual significa que el significante engendra un mundo, el mundo del sujeto que habla, cuya característica esencial es que en él es posible engañar”.
Eric Laurent afirma que si angustia es un afecto que no engaña es pues porque plantea la pregunta del deseo, indica un punto crucial para el sujeto, lo guía hacia lo real. Nos angustiamos cuando no sabemos lo que el Otro quiere, por ello la angustia no es sin objeto. La presencia del Otro como tal está en su causa.
Marcelo Ale habla de dimensión semántica de la angustia, en tanto experiencia que implica un sujeto. Contrariamente a erradicarla, se trata de positivizarla, otorgarle una función en el sentido de hacer de ella un puente que conduce a otra cosa, “estación de paso obligado para arribar a otro lado”. 


Alternativas para la angustia

El modo de conceptualizar la angustia tiene su correspondencia en el modo de abordarla. La demanda entonces puede tener diferentes tratamientos, diferentes respuestas terapéuticas, discursivas. La reducción a su expresión de afecto e índices corporales tiene como posible indicación la medicalización. En una entrevista publicada en Clarín, Germán García opina que “no hay soluciones que no tengan contraindicaciones. En la pugna de los discursos, el científico y el psicoanalítico leen, cada uno, las contraindicaciones del discurso del otro. Yo leo las contraindicaciones del discurso de la psiquiatría y la psiquiatría lee las contraindicaciones del discurso del psicoanálisis, que es presentado como un largo proceso de resultado incierto. Es como tomar todas las comedias burguesas sobre el matrimonio para demostrar que el matrimonio no funciona. Se juntan las comedias burguesas y se demuestra que, como decía Bernard Shaw, el matrimonio es una cuestión de dos que sólo funciona entre tres. Pero esto no evita que la gente se siga casando. El cuestionamiento al psicoanálisis no evita que la gente siga preguntándose angustiadamente sobre el sentido de sus vidas y no hay respuesta para ese interrogante en ninguna pastilla”.

De forma que un debate psicofarmacología vs. Psicoanálisis podría prolongarse al infinito. Al menos tendría lugar una pregunta: hacer desaparecer el malestar por medio de psicofármaco, ¿obtura la posibilidad de surgimiento de algún interrogante que abra el camino a un análisis de la causa? Con respecto a ello, el abordaje interdisciplinario de la angustia (por ejemplo, la derivación psiquiátrica que concibe que no hay eficacia del psicofármaco sin acompañamiento de tratamiento por la palabra), ¿sería una promoción o un obstáculo al psicoanálisis?

Negativizar la angustia es concebirla como afecto displacentero que hay que erradicar. Al respecto, Eric Laurent afirma que la medicina nunca se plantea la pregunta acerca de la alternativa de desangustiar, en la medida en que la angustia, tomada como un síntoma más, es algo que hay que hacer desaparecer. Por el contrario, el psicoanálisis considera la eliminación de los síntomas una vez establecida su función. De manera que desangustiar puede consistir también en hacer surgir la pregunta por el deseo, haciendo consistir un síntoma. Así se positiviza la angustia y, partiendo de la aparición fenoménica, se abre la posibilidad de articular otra cosa. La condición es, tomando un término de Enrique Acuña, captar un síntoma en la angustia.

Si la salud es un derecho para todos, su ejercicio puede ocasionar que los beneficiarios pueden devenir, paradójicamente, perjudicados o víctimas, ¿Dónde el psicoanálisis encuentra su lugar? Laurent afirma que el psicoanálisis se incluye en la salud mental siempre que hay algún imposible de tratar. Es decir, en la particularidad subjetiva que excede a la norma. Al mismo tiempo, los medios de comunicación y el acceso a Internet favorecen el arraigo a identidades provocando que la persona llegue con cierta información acerca de su padecimiento. Tal es así, que cualquier sufriente puede googlear sus síntomas para dar con el nombre de su trastorno, y consultar ya con el nombre de su problema pidiendo la solución correspondiente. Por ejemplo, “Soy ansioso”, “tengo un TOC”, o “soy bipolar, dígame cómo se cura”. En otros casos el pedido es de un diagnóstico “mis síntomas son estos, dígame qué tengo”. En tal sentido, Enrique Acuña propone que el auge del DSM reside en ser un hipernominalismo, dando la posibilidad de nombrar cada estilo de vida. ¿Consiste el psicoanálisis en tanto se revierta ese cúmulo de información sin sujeto haciendo aparecer un enigma? Graciela Musachi lo dice una manera muy elegante: “cualquier uso de la palabra es hacer creer algo, se trata de estar advertido de esa función del discurso por la que uno se lo cree o no se lo cree (…) La cura es tomar distancia respecto de lo que se cree. Quien se analiza es alguien que con respecto a ese S1 que le hace creer que es algo, toma su distancia, está advertido, no lo cree del todo”.
Esa toma de distancia de las creencias no es sin angustia. Quizá por ello ésta puede surgir al momento de no reconocerse en ninguna clasificación. Entiendo que hacer funcionar la angustia, darle una función, es desafectarla en el sentido de articular el afecto a una palabra. Conectar la angustia con el deseo es situarla como condición para rectificar posiciones en la vida.



Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "El psicoanálisis y los “nuevos” bautismos de la angustia" Por Fernando Kluge

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Hacia las VIII  Jornadas Anuales de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones

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Viernes 18 y Sábado 19 de Octubre
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El psicoanálisis y los “nuevos” bautismos de la angustia

Por Fernando Kluge


Hablar de  la angustia en nuestra época orienta a pensar las presentaciones actuales y es allí donde también hay un entrecruzamiento de discursos contemporáneos en tanto apelan a tratar ese afecto que es la angustia.
En psicoanálisis partimos de pensar a la angustia como un afecto que no engaña, esto es en tanto hay una falla de la representación. Freud habla de angustia como algo que se siente y que puede pasar de ser flotante a adherirse a una representación. Pero es esta ausencia de representación y de conexión a un significante la puerta de entrada para una ideología de la época, para las medicalización de los cuerpos y para la generalización de los síntomas que bautizan a la angustia con terminologías conocidas por todos: panic attack, stress post traumático, trastorno de ansiedad generalizado, etc. Terminología que es prestada a un sujeto que la acepta, desplazando al término “angustia” de las nosografías y en ciertos casos eximiendo de la responsabilidad subjetiva para apelar a lo que Eric Laurent denomina el “trauma generalizado”, donde la certeza de la angustia se anuda a una certeza de la violencia del hecho externo como provocador de un efecto traumático. Planteamiento que Freud abandonara a principios del siglo XX, más específicamente en 1906 en “Mis opiniones acerca del rol de la sexualidad en la etiología de las neurosis” cuando relativiza la importancia de sucesos sexuales traumáticos concediendo un lugar primordial a las fantasías sexuales y así pasar de “traumas sexuales infantiles” al “infantilismo de la sexualidad”.
Ahora si nos detenemos en las tempranas descripciones que Freud hiciera sobre la neurosis de angustia encontraremos una similitud indisimulable entre ello y las nomenclaturas actuales, ya que va enumerando como comprendido dentro de la neurosis de angustia lo que hoy se encuentra dispersado y dividido en numerosos “trastornos”. Es en ese sentido que puedo afirmar que la angustia en si no cambia, es un real al que se le anudan nuevas terminologías que intentan reabsorber la singularidad del sujeto para instaurar ante ello o casualidades biológicas de un cuerpo sin goce o causalidades ambientales que como decía responsabilizan al Otro social (lo cual se verifica con más claridad en las denominados Stress post-traumático), y así se crea la figura legal del perjudicado, según Enrique Acuña en “Dialéctica del prestador y el perjudicado”. Perjudicado que se dirigirá, demandando mejor calidad de vida,  empleando la terminología medica en boga (o como decía los nuevos bautismos de la angustia) que se corresponden a lo que denominaba como síntoma generalizado. Lo cual es diferente de pensar el síntoma analítico como aquello que se formaliza en un análisis a partir de los dichos del analizante. Allí se juega la singularidad en la articulación entre significante y goce. Y es allí donde la angustia es captada por el síntoma.

Bibliografía:

· Acuña, Enrique. “Dialéctica del prestador y el perjudicado” en  http://www.aplp.org.ar/index.php/e-textos-10/88-dialectica-del-
· Freud, Sigmund. “Inhibición, Síntoma y Angustia”. Obras Completas. Tomo III. Trad: Luis López Ballesteros. Biblioteca Nueva. Madrid.
· Laurent, Eric. “El revés del trauma” en “Perspectivas de la clínica de la urgencia”. Grama Editorial. Bs As.
· Ale, Marcelo. “La dimensión semántica de la angustia” en “Pasión y encanto en la experiencia analítica”. Ed. El ruiseñor del Plata. La Plata.


Pre-textos hacia las VIII Jornadas Anuales de la APM: "El viejo mundo nuevo -la sociedad del acto analítico-" Por Enrique Acuña

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El viejo mundo nuevo 
-la sociedad del acto analítico- (*)

Por Enrique Acuña



Todavía les falta aprender el abc, ese abc, se llama: les van a tomar el tiempo. No se molesten en 
reflexionar lo que deben decir. No les van a preguntar. Las bocas para alimentar bastan y sobran.
Lo que falta es carne. Pero eso no debe desalentarlos!

Bertolt Brecht. (de Un libro de lectura para habitantes de ciudades)


Lo que dura

El psicoanálisis responde al horizonte de su tiempo al considerar cómo se vive la pulsión en cada época. Nuestra coyuntura actual interroga la existencia del inconsciente por otros discursos que dibujan el espacio de la ciudad, pero donde aún hay tiempo para que el analista diga sobre los síntomas. Cada vez, habría que observar las condiciones posibles para una acción interpretativa, siendo cada vez una aplicación diferente en  la sociedad del acto analítico. 

Se puede intervenir en los hechos sociales cuando hay un silencio. Eso mide los limites de nuestras interpretaciones sobre un sujeto que no es la masa social, pero que se  extrae de ese colectivo. Recién entonces, la manifestación social del inconsciente puede interpretarse como un llamado donde el psicoanálisis debe responder. Es una salida a su neutralidad mortífera, siguiendo la pista de lo que “no anda” en cada discurso y la exclusión de las normas. 

Comentaremos algunas intervenciones sobre lo social desde el campo de la filosofía, la psicología y el psicoanálisis. Cada una supone una concepción de “civilización” y testimonian el hecho que “no hay” vinculo social estable, pero que en su lugar hay síntoma. Es una foto instantánea del paisaje -una polaroid- según el estado de la ciencia y un estado del sujeto donde el psicoanálisis sería un síntoma más en la cultura, con sus efectos de asimilación o desaparición. Pero no sería político para el analista su huida, si se escandaliza como un periodista ante un panorama “apocalíptico” que lo conduciría a un nuevo llamado a la moral. 

Podemos considerar que hay algo de lo viejo en lo nuevo del mundo y eso hace posible conectar el lenguaje a un goce, vía el síntoma que perdura. Durabilidad de una insistencia de esa naturaleza (a)temporal del objeto del psicoanálisis, que no se cansa de decir que “no hay” felicidad.-

Un estado de la ciencia: los constructores de la realidad

En su libro La Construcción social de la realidad, John Searle  presenta una critica al relativismo cultural desde la filosofía de la ciencia, planteando cómo se construye la realidad social.  Hay, inicialmente un hecho bruto (X) que es nombrado por el lenguaje y se convierte en un hecho institucional (Y) en un contexto (C) que determina su realidad por retroacción.

  (C) contexto como referencia
  (X) hecho bruto-------------à  (Y) hecho institucional

A diferencia del relativismo cultural, este contexto organiza una referencia, que quiere mantener el real biológico del hecho social. La creación de los mundos posibles de ser representados, la existencia de su realidad fáctica, depende entonces para Searle del lenguaje como performativo, creador del significado y  de “un real mudo” propio del objeto que se nombra.

Nos interesa esta lectura que hace la filosofía porque, a diferencia de otros lógicos actuales como Quine, donde la causa de la realidad es siempre de orden físico, sugiere que hay efectos del lenguaje. Crear la realidad con el lenguaje depende de las creencias sociales y requieren del acuerdo por convención de los sujetos que intervienen. Searle contempla que hay una intencionalidad –es decir, un deseo- en esa convención acerca de lo que significan los hechos. 

Desde un realismo positivista, el autor esta contra el relativismo de Richard Rorty  y de Nelson Goodman quienes sostienen que hay metáforas de creación infinitas y la referencia es relativa al contexto como convención social dejando de lado la causa física. Otra posición es la de Ian Hacking que se plantea el  problema del relativismo cultural a partir de observar que  hay “demasiadas metáforas” del constructivismo posmoderno. Los hechos sociales no son nunca objetivos y las nominaciones pueden ser interactivas, es decir pueden cambiar temporalmente. Una roca no es la anorexia, dice (esto nos importa a la hora de mantener o diluir  nuestras clasificaciones y diagnósticos).

Observa lo social como un campo semántico inestable, que impide hablar, en lo social, de ciencia como con la física. La filosofía de estos creyentes alimenta la idea positivista de una ciencia que funciona con una ley sin resto. Este “funciona”, interesa al psicoanálisis.-

Un estado de la psicología: La tradición conservadora de símbolos

Después de diciembre del 2001, aparecieron interpretaciones desde el psicoanálisis del estallido social argentino. El libro de Silvia Bleichmar, Dolor País refleja en parte cómo el lenguaje psicologista nombra el acontecimiento dando una explicación que conduce a disculpar a los agentes sociales. La crisis nuevamente es una invitación a crecer y un llamado a los significantes amos que organizan lo social como son La tradición-La patria-Los símbolos, etc. Se opera ahí con una domesticación por lo simbólico sobre lo imaginario.
El libro presenta una sociedad-víctima, caracterizando la revuelta como una catarsis colectiva. Los individuos podrían encontrar en el hecho social una vía de autentificación y reconocimiento del sujeto en la masa, de modo que neutraliza lo inconsciente como política del deseo. 

La solución para esta autora del problema social, será entonces un retorno a los símbolos patrios y una identificación a rasgos del País como historia, que se habían desestabilizado. De este modo supone una restitución del lazo social roto por un real económico, pero necesita  entender la segregación identificando a las víctimas.
Alain Badiou define el acontecimiento que toca al ser como modo de acceder a una verdad. Sugiere que un hecho se transforma en acontecimiento sólo si aparece algo que nunca fue dicho antes, algo que traduce lo que no se dice. Plantea que se requieren procedimientos como el arte, el amor, la política y /o el psicoanálisis para acceder al núcleo de verdad. De ese modo el acontecimiento toca le vacío del ser y  transforma al sujeto. 

Pero, a diferencia de Bleichmar, Badiou no cree en la victimización como vía para localizar el Mal en el mundo, en ese sentido se opone a la vía trágica del sacrificio para hacer existir el “valor ético”. La ultima dictadura argentina nos hizo saber de esa cultura del sacrificio.- 

Un estado del sujeto: El viejo mundo nuevo  y el pensamiento americano

En El sueño de Eusebio – un apartado del libro Le neveu de Lacan-  Miller hace jugar dos personajes Zerline y Eusebe que dialogan en seducción amorosa, sobre el contraste entre el Viejo mundo Europa  y el Nuevo mundo encarnado por los Estados Unidos. 

Es un diálogo sobre la  inquietud de saber: ¿Que hay del viejo en el nuevo? La pregunta se dirige a verificar cómo se repite en el sujeto, en sus síntomas contemporáneos algo propio de lo viejo. Es decir cómo en el hablante, desde siempre,  se observa esta conjunción entre lenguaje y goce. Ahora bien, el sujeto de la culpa –trágico y moderno- no es el mismo que el sujeto de la vergüenza –cómico y posmoderno- y también existe la combinatoria de ambos en lo tragicómico.

Se plantea así que desde hace años el mundo esta dominado por la máxima americana U.S.: Universal Superyo Inc. (superyo inconsciente universal) un witz que invierte al sujeto y lo cambia por un superyo cultural. En lugar de $ está la máxima universal del Superyo: goza!. Si el antiguo mundo es del sujeto culpable y sintomático,  condición de posibilidad para el psicoanálisis, el Nuevo Mundo propone un sujeto sin culpa, que reclama siempre sus derechos, (aunque esto no sea legal en estados de excepción como la guerra, léase Irak). Este nuevo sujeto de vergüenza sería de un yo inmediato, mientras que el del sentimiento inconsciente de culpa requiere pasar por el Otro. Sin embargo,  ambos padecen de angustia.
El ciudadano del viejo mundo, dice Eusebio, es un aristócrata que se impone deberes sin demandar al Estado ninguna garantía. El prototipo americano es ridículo, es decir escapa a lo real del sentido. Esta oposición es sólo ilustrativa, ambos no pueden escapar de la banalidad del mal y sus consecuencias sociales. Se puede escapar, si se mantiene el buen gusto por las contingencias, es decir el lenguaje, el nonsense, la paradoja, el bien decir, la poesía, la lógica formal. Y una lista de autores que va de Voltaire a Borges.

Una fórmula para no correr atrás de lo novedoso como moda, es pensar qué elemento se mantiene de lo viejo en lo nuevo. Implica considerar que el inconsciente existe a partir de que hablamos y eso genera un goce,  un resto de no-mundo. Lo nuevo es la envoltura del síntoma y la fórmula de la demanda que se mimetizan al otro social que domina en la ciencia y el mercado, quienes evalúan en su impostura de medir un sujeto como cuantificable. De esta huida al amo del mercado testimonia la histeria actual, que se esfuerza por una metamorfosis y una versatilidad que se acomoda al ojo del otro, para escabullirse de él. Por un lado la histeria desaparece de la clasificación del DSM pero en un mismo movimiento retorna en epidemias  de anorexias, pánico, depresión, tóxicos, será su dilución esencial  en síndromes flotantes.

Hasta ahí es la envoltura formal del síntoma, camuflaje y variable cuasi empírica. Pero perdura como constante en el núcleo real del síntoma cuando quiere ser evaluado con medidas de la ciencia. Dice Miller en La utilidad social de la escucha (publicado en un medio gráfico como el diario Le Monde):
La naturaleza exacta del "inconsciente" es controvertida. Freud mismo ha cambiado en varias ocasiones de concepción. (... ) ¿Qué es lo que ha cambiado? En primer lugar al lado del psicoanálisis propiamente dicho, práctica poco común y exigente, la demanda social ha dado lugar a numerosas sustituciones y otras maneras de hacer; el público exige ahora la protección del consumidor. Al mismo tiempo, la medicina esclarecida por la ciencia, ha salido decididamente del empirismo y ha conocido progresos sensacionales que explican que se sueñe en beneficiar al psicoanálisis con nuevos abordajes (...) La evaluación de este factor -llamémosle el factor pequeño a- es muy difícil. No llegamos a cifrarlo, como tampoco podemos "computar" la libido freudiana. Si Freud ha escrito tanto y ha renovado constantemente sus abordajes, podríamos decir que es precisamente porque quería con desesperación capturar este pequeño a en el discurso científico, y hacer de él un objeto como los otros. Luego vino Lacan que tuvo que concluir que había en el mundo un tipo de objeto que no había sido localizado hasta ahora (al menos en Occidente): lo llamó el objeto pequeño a.

Buen y mal uso de la comunicación

Si nos detenemos en observar la coyuntura francesa y europea sobre la regulación de la práctica del psicoanálisis actual la cuestión parece construida por el lenguaje de los que la registran: diarios, radio, T.V., Internet. Esa utilidad de la escucha fue una respuesta de J.-A. Miller  en los medios franceses, frente al proyecto de Ley de psicoterapias en la Asamblea Nacional, demuestra un modo de respuesta a la legislación universalizante de las practicas de la palabra.
En nuestro país, débil a la penetración cultural de lo último que ocurre en otros lugares, ubicamos un caso similar: En el  primer numero del suplemento Ñ del diario Clarín del 4 de octubre, en una nota titulada “¿El diván o las pastillas?” firmada por Hector Pavon se hace referencia a una frase de J-A Miller que dice: “el  psicoanálisis sirve para todo". Frase que sacada de su contexto puede ser también un ideal universal. 

La nota dice después, que “Cuando no puede cambiar un trastorno, cambia la relación del sujeto con le trastorno”... y más adelante agrega “el psicoanálisis se diferencia de tratamientos que se fundan en píldoras que son las mismas para todos... las píldoras son todas las mismas y los analistas son todos diferentes, cada uno tiene rasgos propios.
Unos días después Germán García: responde en esa misma columna que “el diván y las pastillas plantea una falsa alternativa: psiquiatría para alienados y psicoanálisis para normales, cuando en la práctica existen alienados en análisis y normales que se auto-medican
Entonces, a diferencia de cualquier agente mediático de opinión pública y la banalidad de la palabra,  el analista podría interpretar los acontecimientos a partir de lo que enseña el acto como subversión del sentido. Responder al inconsciente manifestado en el lazo social implica la posibilidad enorme del psicoanálisis de abrir la distancia con el Ideal de funcionamiento social de cada época.
Respuesta al superyo que exige gozar, dejando al consumidor agotado y fuera del juego ciudadano, expulsado de “la civilización hipermoderna”. Ante el crepúsculo de las tradiciones, está “la  aurora del síntoma” –según la expresión de Eric Laurent- que persiste en repetir el nuevo día y hacer un camino particular para cada sujeto, extrayéndolo de la máxima superyoica de un Todo que es abrigado por el derecho para-todos.
Incluso el psicoanálisis  con su valoración del objeto “a", como significante nuevo, y producto de la operación del lenguaje puede ser absorbido y neutralizado por esta cultura, donde ya no sería una peste sino parte de ese cielo kantiano que es el mercado y estaría listo para ser usado en lo homogéneo de la masa. 

La sociedad del acto analítico 

Se trata de saber como aplicar lo que enseña la soledad de la experiencia analítica, cuando sus resultados se hacen públicos, es decir las consecuencias sociales del acto analítico, en esa producción que Lacan llamó objeto “a”, producto que es una solución al síntoma fabricado por cada quien con su tiempo.
Conectando estos momentos y observando la diferencia entre Freud, Lacan y el siglo XXI, después de un siglo de psicoanálisis, se podría decir que en los años 30’  Freud presenta El malestar en la civilización desde la idea optimista donde el factor Kultur puede organizar con su red el goce del amor roto por la pulsión de muerte (observable en lo público de la guerra y en lo privado de la experiencia en la reacción terapéutica negativa como fracaso de la cura). Hace hincapié en una eficacia de lo simbólico, por la cara de ley del super-yo. La cultura es terapéutica si los ideales vencen al plus de goce.

Ideal
(a)

Lacan observa después de la revolución burguesa del mayo del 68’ dos hechos: que el reverso del psicoanálisis es el discurso amo contemporáneo, uno para cada post-guerra, que su dialecto es el discurso capitalista. Segundo, que la burocracia universitaria genera mercado. Capital del mercado más burocracia universitaria, resultado: sujetos divididos, en ese momento: el estudiante, el  revolucionario.
Esto lo lleva a demostrar que no hay La sociedad, sino discursos, lazos sociales fragmentados, que se pueden ordenar en al menos cuatro: histérico, universitario, analista, del amo o inconsciente. Cada uno de ellos supone un dominio de quien está en posición de agente sobre el otro.
Así la histérica domina su relación al deseo del amo, el universitario al alumno, etc. Este dominio organiza modos de hacer con la verdad. Lacan caracteriza esa época en términos de predominio de la ciencia, de la ideología del utilitarismo y producción de objetos técnicos (gadgets) que crean leyes de mercado y generan sujetos consumidores, del pret a porter y de lo listo para usar. El superyo obliga un plus-de-goce en el consumo de modo tal que el objeto ofrecido como parte del mercado cultural es la inversión de la formula freudiana:

(a)  
Ideal

Miller en una intervención  sugiere que estamos frente al “discurso hipermoderno de la civilización” que separa ese plus-de-goce (a)  de un sujeto ($)  que queda dividido por esa exigencia de más  y deja abajo los significantes amo que lo orientaban. El  saber queda en el lugar de la verdad pero como semblante (relativismo posmoderno)

(a)  ----  $
S2  ----  S1

Aunque con la misma estructura que el discurso analítico!, pero aquí los términos están separados. Lo interesante es que Lacan en La Tercera ubica al psicoanálisis como parte de esos objetos cotidianos del mercado, será un síntoma de la cultura si se diferencia de ella, en tanto ese objeto (a) es inaprensible y a la vez ofrecido al consumo. El objeto del psicoanálisis -dice en Televisión – es ascendido como un producto del resto imposible de decir  “al cenit del cielo social”, puesto ahí, ya es un valor. Es una paradoja de su uso y desuso.

Al saberse ya que hay una novela de La familia como hay Edipo-para-todos, se neutraliza y reduce el saber del analista que queda comercializado en el discurso universitario. Lo que fuera una peste es ahora un anticuerpo que se llama psicologización y sentido común. Al ser parte del mercado, el psicoanálisis, puede ser evaluado por la ciencia con técnicas de marketing. Se profesionaliza y entra en carrera universitaria, se regla, su técnica, se comparan sus resultados, en el mejor de los casos, se mide su terapéutica.
Pero sólo como síntoma de la cultura puede fracasar en ser llamado a obturar el vacío de la época que es trasladable a cada sujeto si pasa por un síntoma propio a alguien que habla y hace existir al Otro, el inconsciente, como un recorrido de la historia diferente al que ocurrió. El psicoanálisis sobrevive en la época de la alianza entre la ciencia y el mercado en su malentendido: siendo ya parte de la cultura puede ser un extranjero de ella. Puede intervenir en la subversión del sentido masificante, creando un deseo inédito al indicar la máxima diferencia entre los ideales y las causas. Atravesando lo imposible,  localizar la causa de cada uno para dignificar su vida y crear las condiciones de posibilidad para trasmitirla a otros. Esta sociedad para Lacan fue su enseñanza de Escuela, “refugio ante el malestar” pero no parroquia. Un lugar de elaboración del saber nuevo, en lo público de sus pases, que daría  la ocasión de vivificar sus  “fracasos”. Para nosotros ahora lo que perdura es una sociedad de analistas, pero la sociedad del acto analítico no es  sin otros discursos.-

(*) Extraído del libro "Resonancia y silencio –psicoanálisis y otras poéticas-" de Enrique Acuña.- EdULP. La Plata 2009.

Bibliografía:

• John Searle: La construcción de la realidad social, Ed. Paidós, 1995.-
• Miller J-A. : Le neveau de Lacan, Ed Verdier, 2003
• Badieu Alain: Conferencias en Bs. As. , Filosofía y política. Revista Acontecimiento N 10.1995.-
• Bleishmar, Silvia. Dolor País. Ed. Letra Viva-2002-
• Revista Ñ –suplemento cultural de Clarín- sábado 11 de octubre-2003
• Ver: www.forumpsy.org
• Eric Laurent: La aurora del síntoma en Ciudades analíticas. Ed Tres Haches, Bs.As. , 2004.
• Miller, J-A.: Intervención en Comandatuba, julio 2004- Inédito-
• García,  Germán,: Notas del curso anual:  Angustia, culpa, vergüenza, 2004.